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Juan Valenzuela y Maria Galvan. (Jacqueline García/CALÓ News)

En la noche del 7 de enero el incendio de Eaton Canyon la obligó a abandonar su hogar en Altadena. Esperanza lo recuerda y no puede contener las lágrimas. Allí, en aquella casa alquilada, vivían ella con su hijo, su nuera, sus cinco nietos y sus padres ancianos. La notificación de la evacuación no llegó a tiempo, dijo, recién alrededor de las 11 de la noche. Media hora después, ya habían abandonado la casa.  

“Agarré mis ahorros, algunos de los documentos más importantes y me vine con la ropa que llevaba puesta”, dijo. “Mis padres, que tienen 92 y 86 años, no querían dejar la casa, pero al final pudimos convencerlos”. 

Aquí ha vivido durante diez años, dijo Esperanza, una inmigrante indocumentada. Esta es también la casa de toda su familia. Pero además, es aquí donde estaba su guardería, su fuente de trabajo, donde cuidaba a 14 niños. Ahora, son 10 familias más las afectadas porque ya no tienen una guardería a la que puedan llevar a sus hijos. 

Esta trabajadora por cuenta propia, de 67 años, está muy preocupada. Perdió su negocio de guardería y se quedó sin ninguna fuente de ingresos. Y aunque sus padres reciben dinero de su jubilación, con eso no les alcanza para llegar a fin de mes. 

“Nos fuimos a los centros de donación a buscar ropa para los niños, que se habían quedado sin nada para ponerse,” dijo Esperanza y agregó: “Me cuesta aceptar que esto esté sucediendo”. 

“Es muy abrumador”. 

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La guardería de Esperanza antes del incendio. (Cortesía: Esperanza)

 

Buscando ayuda

Esperanza es indocumentada, y teme que por tal motivo el gobierno no le proporcione la ayuda adecuada. Entonces, el martes fue a buscar más recursos al Centro Comunitario de Empleo de Pasadena. Se sintió bien recibida. 

No todos los que perdieron sus hogares eran personas ricas. Muchos de ellos son inmigrantes y muchos también, indocumentados. Como ella. 

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El garaje de dos pisos de la casa tenía un apartamento construido en el segundo piso. Todo quedó completamente quemado. (Cortesía de Esperanza)

Para ayudar a la gente damnificada, el centro comunitario creó una Brigada de Servicio compuesta por jornaleros. Se ofrecieron como voluntarios para limpiar las calles, retirar de ellas los árboles que se cayeron, así como las ramas y los escombros. Y muy pronto,  el recinto se convirtió en un centro de donaciones para los damnificados. 

Ahora hay miles de voluntarios colaborando en las tareas de limpieza y para clasificar las donaciones y prepararlas para la entrega. Cientos de familias afectadas por los incendios vinieron al centro para recibir ayuda. Les dieron vestimentas, zapatos, alimentos, agua, pañales, medicinas y otros artículos de primera necesidad. 

No se llevaron nada 

Juan Valenzuela y su esposa María Galván llegaron al centro en busca de ayuda y recursos hace un par de días. Con los ojos llenos de lágrimas, narró que está enfermo de leucemia y que dejó todas sus medicamentos en la casa incendiada. Necesitaba recuperarlas lo antes posible. 

El humo despertó a la familia el miércoles a las 4 de la mañana. Salieron corriendo de su casa en Altadena llevándose a sus tres hijos y nada más. Solamente unos documentos que María tenía guardados debajo de la cama se salvaron. 

Cuando se fueron a dormir la noche anterior estaban enterados que se había declarado un incendio en la zona de Eaton Canyon. Pero jamás imaginaron que crecería tan rápidamente y llegaría a su casa. 

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Voluntarios en el centro de donaciones del Centro Comunitario de Empleo de Pasadena (Jacqueline García - CALO News)

Cuando Valenzuela y un vecino regresaron para recoger algunas cosas, lo único que encontraron fueron cenizas del dúplex donde vivían en la calle Mariposa. 

“Es que tuvimos que salir corriendo de la casa con la ropa que teníamos puesta”, dijo Valenzuela. “Ya no tenemos nada”.  

“Todo se ha quemado”. 

Juan dijo que habían estado alquilando la casa durante 10 años. Ahora la propiedad es solo cenizas. 

El personal del centro lo conectó con los proveedores de servicios adecuados. Recibieron ropa y comida donadas. 

Si bien se siente abrumado y muy preocupado por haber perdido todas sus pertenencias, Valenzuela está contento de tener consigo a la persona más importante de su vida: su esposa.

"Si ella me pierde, estará bien, pero si la pierdo yo, lo pierdo todo. Ella es mi amor", dijo.

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